Mi madre se llamaba Edith Gross, tenía 73 años y estaba atravesando un cáncer de recto, además de otras dolencias.
Como en nuestra ciudad no había donde llevar a cabo el tratamiento que necesitaba, ella se lo realizaba en la ciudad de Posadas, capital de la provincia.
Ya le habían hecho una colostomía – tratamiento que duró dos meses aproximadamente – para poder realizarle rayos y quimioterapia,
Tenía fecha de cirugía para extirpar el tumor y reconstruir el intestino (eliminar la colostomía) para los primeros días del mes de Agosto de 2014.
Se hizo todos los exámenes necesarios – pre-quirúrgicos y laboratorios – en el mismo sanatorio donde estaba llevando adelante su tratamiento. Excepto la colonoscopía, por un problema de cupo de turnos con PAMI.
Ella viajó a nuestra ciudad. Buscaba un gastroenterólogo que pudiera hacerlo. Así consiguió un turno en el Sanatorio Buddenberg S.A., con el Dr. Guillermo Eduardo Horrisberger.
En la primer consulta le explicamos la causa del pedido de dicho estudio, y le presentamos también un resumen de la historia clínica.
Agregamos a su historia clínica todos los últimos estudios realizados, entre los cuales estaba el más importante, el cardiológico, ya que ella padecía de angina de pecho y arritmia, entre otras cosas.
Mi madre era una paciente de alto riesgo.
El médico aceptó realizar el estudio y dejo constancia de todos estos detalles importantes en una nueva historia clínica, a modo de que quedara constancia en el sanatorio, y le indicó los pasos a seguir, incluyendo la compra de una ampolla de MIDAZOLAM, que él mismo tenía a la venta en mesa de entrada.
El dia 23 de Julio, mi madre se presentó en su consultorio a la hora indicada, y nunca más la volvimos a ver…
El médico inyectó la ampolla de MIDAZOLAM por completo en vena – un medicamento que se utiliza para inducir al coma profundo – y literalmente le explotó el corazón.
En medio de esa situación tan dolorosa mi esposo tuvo la lucidez de pedir el resultado del estudio que le habían hecho a mi madre donde constaba la utilización de ese fármaco con la firma y el sello del médico… esa fue su sentencia.
Hablé con mis hermanos (somos siete) y sólo dos se animaron a acompañarme en la denuncia.
Durante la etapa de instrucción se pudo comprobar que el sanatorio no contaba con algo tan básico como un servicio de terapia intensiva, y gracias al protocolo enviado por el cuerpo médico forense provincial (ya que en nuestra ciudad se negaron a examinar el legajo), se comprobó además que no cumplía con NINGÚN elemento necesario para el exámen.
QUE NECESARIO ES CONOCER TODOS LOS PROTOCOLOS DE REALIZACIÓN DE PRÁCTICAS MÉDICAS, de ese modo sabríamos que nos pueden hacer, como y donde…
Después de mi denuncia, salió a la luz una larga lista de víctimas, todas pacientes del mismo médico… pero nadie se animó a denunciar… ,algunos hasta reconocieron haber recibido grandes sumas de dinero para “callar”.
Vivimos en una ciudad acostumbrada a callarse, a bajar la cabeza y recibir el palazo en silencio, aceptando todo tipo de corrupción. NO ES MI CASO.
Fue difícil desde el primer momento, no conseguía un abogado que quisiera llevar la causa… todos eran “amigos” o “conocidos”, recibí amenazas anónimas por WhatsApp.
Fuí consciente desde el primer momento a lo que me exponía, era nadar sola contra la corriente sabiendo que podría no llegar a ningún resultado.
Cuando finalizó la etapa de instrucción en Diciembre del 2016, se elevó la causa a juicio.
Se inhibieron fiscales y jueces por diferentes motivos. Algunos tenían familiares fallecidos en manos del mismo médico. Por lo que la causa fue derivada al juez penal de la ciudad de Iguazú.
El juicio se llevó a cabo entre los días 17 y 18 de Septiembre del 2019.
Se logró una condena de 2 años de prisión en suspenso y 5 años de inhabilitación para ejercer la medicina por el delito de Homicidio Culposo.
Dicha condena fue obviamente apelada en el Superior Tribunal de Justicia de la provincia.
La sensación de impotencia al ver que todo sigue igual es indescriptible… siento una mezcla de vacío y decepción. Tengo dos fuerzas que me motivan a seguir, mis hijos y mi padre.
A mis hijos, darles el ejemplo de luchar por valores como la verdad y la justicia.
Después de este crimen mi padre se hundió en una profunda depresión al punto de ser diagnosticado con demencia senil, y convirtiéndose de esta manera en un hijo más por los cuidados que requiere.
Este médico no solo mató a mi madre, si no que también dejó muerto en vida a mi padre.
Espero de todo corazón que mi caso le sirva al menos como un granito de arena en su lucha, que es la de todos nosotros…
Somos muchos.
No quiero volver a escuchar de la boca de un médico: “si quieren una buena atención médica, deben ir a una clínica de Massachussets, EEUU”, como lo expresó este señor en su defensa durante el juicio.
Un saludo enorme desde Misiones…GRACIAS!!!!
Miriam Mabel Barrios, hija de Edith Gross.