Gabriela, hace 13 años, trabajaba en el Call Center de una empresa de telefonía en Capital Federal. Tenía 29 años y estaba embarazada de 8 meses.
Como los viernes no trabajaba, ella venía a casa y pasábamos toda la tarde tejiendo o haciendo cositas para el bebé.
Daniel, mi yerno, pasaba a buscarla a la noche, e incluso a veces se quedaban a cenar.
Esa tarde yo la notaba cansada. No la veía bien. Daba la sensación de que estaba agitada pero al mismo tiempo era como que le faltaba el aire. Hicimos un par de bromas sobre que él bebe quería adelantarse…pero la vi mal de verdad y decidimos ir al hospital.
En el camino note que ella no estaba respirando bien, estaba muy pálida.
Apenas llegamos nos cruzamos con un médico, le dije -Doctor, mi hija se siente mal…y él me contesto: “Señora, pase que ahí adentro hay muchos médicos que la van a poder atender, mi turno termino y me estoy yendo a casa…”
Quede medio cabrona con esa respuesta, pero seguimos hacia admisión, le tomaron los datos y nos pidieron que esperemos que ya la iban a atender.
Como a los 10 minutos, vi que el mismo médico con el que nos habíamos cruzado cuando llegamos, estaba entrando.
Supuse en ese momento que lo habían llamado a él porque el caso de mi hija era urgente y era el médico que estaba más cerca.
Llamó a mi hija, y fuimos a su consultorio, la revisó un poco, y le recetó un medicamento.
Mientras la enfermera le administraba el medicamento, yo le decía al médico que ella no era así, que tenía otro color… y él solo decía que había que esperar a que el medicamento hiciera efecto y ella iba a estar bien… esperamos un ratito y el medico nos dijo que ya nos podíamos ir a casa…
Gabriela seguía muy mal, tenía mucha dificultad para respirar. Ya eran como las 7 de la tarde.
Recuerdo haber llamado a Daniel apenas salimos para el hospital y en cuanto llego comenzamos a insistir en que llamaran a la obstetra de Gabriela, y tanto el personal de administración como el medico que la estaba atendiendo se negaron a hacerlo.
Nosotros que estábamos en contacto constantemente con ella la veíamos mal, débil, con dificultad para respirar, para mantenerse parada, pálida…era obvio para nosotros que algo no estaba bien, y ellos no nos hicieron caso, el medico insistió en que él sabía lo que hacía, que todos esos síntomas eran consecuencia de la medicación que le habían suministrado… y nuevamente la mando a su casa…
Cuando la quisimos levantar para llevarla al auto, se descompensó y se desmayó.
Ese momento fue una locura de gente corriendo, al punto de que comenzó a recibir atención ahí mismo en el piso, tirada…porque no dio tiempo a nada.
Estaba sudando frio… y en un determinado momento cuando observé que sus ojitos se le iban hacia atrás supe que algo estaba muy mal.
La trasladaron urgente a otra sala, hicieron maniobras de resucitación pero no hubo caso. Mi hija ya se había ido.
En ese momento estaban todos atendiéndola, obstetras, neonatólogas. Decidieron hacer una cesárea de urgencia para salvar al bebe.
Giovanna nació con apenas 1 kilo 800 gramos y medía poco más de 40 centímetros. Estuvo un tiempo en incubadora luchando por su vida, el poco oxigeno que tenía su mamá también la afecto a ella…
Fué un momento terrible e inolvidable… Sentimientos contradictorios ante el nacimiento de una nueva vida y el vacío inmenso que dejó Gabriela con su muerte.
Giovanna fúe lo único que nos mantuvo a flote.
Daniel, siempre quiso saber qué fue lo que paso. Estaba seguro de que no se había actuado bien al momento de atenderla.
El certificado de defunción indicó que tuvo una falla cardíaca y que falleció producto de un paro cardiorespiratorio.
Nosotros quisimos iniciar juicio en contra del médico porque para nosotros había sido un error evidente, en realidad para muchos de nosotros – incluida la obstetra- había sido una muerte dudosa. Todos queríamos saber que había pasado.
Se realizó una autopsia que determino que Gabriela tenía una malformación congénita en el corazón, y que su cardiopatía era preexistente al momento de quedar embarazada.
Si bien en la historia clínica figuraba que había una arritmia, no se realizaron otros estudios para detectar la cardiopatía… y fue justo en ese momento cuando nos dimos cuenta de que nuestra demanda no iba a prosperar.
Toda esta información respecto a la cardiopatía, invalidó la posibilidad de continuar con el juicio en contra del médico que la atendió en el hospital ese día. El juez desestimó todo.
La resolución del Juez no significó nada para nosotros. Estuvimos ahí, vimos todo.
Gabriela murió bajo la irresponsabilidad del médico que no la quiso atender en un principio porque había finalizado su turno. El mismo doctor que volvió luego de unos minutos para observarla y diagnosticar algo que en realidad no tenía.
Nosotros insistimos en que ella estaba mal. Y siempre supimos que la habían atendido mal.
Duele, y duele mucho, porque nosotros conocíamos sus sueños, sus fantasías, sus deseos…Ella había soñado tanto con ser mamá…mi hija era una chica muy dulce, muy sensible…me acuerdo como si fuera hoy cuando me dijo que había conocido al hombre más hermoso del mundo y que ese iba a ser el padre de sus hijos… y así fue… el amor que se tenían era y es único, Daniel solo vive para GIGI.
El día que Gabriela se enteró que estaba embarazada fue muy emocionante… estaban los dos radiantes… ellos eran de esas parejas de “…y fueron felices para siempre…”
Es difícil luchar contra todo un sistema, nosotros intentamos…aunque a veces siento que fracasamos, que quizás deberíamos haber intentado un poquito más… no sé.
Quiero que mi nieta conozca la verdad de lo que paso, en su debido momento. Quiero que la piense y la recuerde así, con cariño, como la recordamos todos.
Myriam