Liliana Leonhardt quedó viuda a los 23 años, con un hijo de su primer matrimonio. Luego de unos años, se casó nuevamente y tuvo 2 hijas más.
A sus 51 años, mi hermana presentaba Hipotiroidismo y dolores lumbares habituales.
El 29 de agosto de 2017 cerca de las 15:30 horas mi hermana asistió a la guardia del Centro Médico San Lucas, en Gualeguaychú, por un dolor lumbar que se extendía hacia su pierna izquierda.
El neurocirujano que la atendió, Dr. Víctor Muñoz, diagnosticó – sin estudios previos – Bursitis del Trocánter (inflamación en la cadera, específicamente entre el glúteo y la ingle) .
El médico le aplicó Lidocaína y Betametasona. Ambas drogas fueron adquiridas por el marido de Liliana, en una farmacia, a pedido del médico. Cobró sus honorarios en efectivo, ya que indicó que la obra social no cubría dicho procedimiento
La infiltración se realizó en un box de la guardia – en ambos glúteos – sin asistencia radiológica. El Dr. Muñoz señaló que el dolor disminuiría en el trascurso de la siguiente media hora… Luego de indicarle a Liliana que vuelva a su casa, se retiró.
Ese mismo día a las 21:30 hs, los dolores lumbares de mi hermana eran peores a los previos a la infiltración. Debimos llamar a la ambulancia de la clínica y Liliana fue trasladada.
Fue ingresada a terapia intermedia con la presión arterial muy elevada (la cual fue atribuida al dolor que ella sentía) y bradicardia (es decir, descenso de la frecuencia cardíaca).
Además presentaba Hiperglucemia (que ellos atribuyeron su consumo habitual de corticoides, siendo que los únicos corticoides que recibió fueron los de la infiltración). El único fármaco que utilizaba era Diclofenac, recetado por su traumatólogo.
Se la administraron medicamentos para el dolor y para regular la presión elevada. En ese momento la médica clínica, Dra. Natalia Wessolowski tuvo una discusión con el médico que la había infiltrado. Ella sugería que se le hiciera una resonancia para buscar la causa del dolor, sin embargo el Dr. Muñoz reafirmó su diagnóstico: bursitis de trocánter.
Dos días después, el 31 de agosto, se le realizó una resonancia, donde se pudo apreciar una doble hernia de disco (en el segmento L4L5). Y dieron un segundo diagnóstico, esta vez: Radiculopatía.
Le indicaron más Diclofenac y un rescate de morfina cada 2 hs. Programaron un bloqueo de nervio – inyección para disminuir la inflamación y “apagar” la señal de dolor – para el cual era necesaria la asistencia de un tomógrafo, pero éste se descompuso en ese mismo momento.
El director médico de la clínica, especialista en ortopedia y traumatología, Dr. Emilio De Zan, informó en la Historia Clínica que se continuaría con el plan analgésico y control por Consultorio Externo.
Al otro día la Dra. Wessolowski dejó asentado en la historia clínica de Liliana, que seguía con hipertensión asociada al dolor – pero de todos modos indicó el alta médica con medicamentos para tratar la hipertensión y varios calmantes, entre ellos Codeína fosfato, la cual se transforma en morfina –.
Liliana seguía mal, y el 2 de septiembre debió reingresar a terapia intermedia, sin poder caminar ni flexionar abdomen. El dolor lumbar que sentía era tan fuerte que la médica que la asistió, Dra. Toledo, anotó en la historia clínica que el dolor que padecía Liliana era extremo y estaba valorado en 9, en dónde 10 era el valor más alto de la escala.
El terapista y cardiólogo Dr. Marcelo Ríos, indicó en el informe médico que el descenso de la frecuencia cardíaca había llegado a 40 POR MINUTO. Cuando normalmente un adulto tiene entre 60 y 100 pulsaciones por minuto.
Además presentaba hipertensión arterial. A raíz de ello decidió dejarla en terapia para realizar un MONITOREO CARDÍACO y manejo del dolor, indicando varios medicamentos (fentanilo, diclofenac, paracetamol, y clonazepam).
El 4 de septiembre, Liliana fue evaluada por el terapista Dr. Gustavo Roldán, y la pasaron a piso sin avisarnos nada – sin embargo en la historia clínica los médicos indicaron que nosotros, los familiares, habíamos sido informados de la situación –.
Los dolores que padecía mi hermana no cesaban, y prácticamente, ya no tenía movilidad en la pierna izquierda.
Sentía cambios bruscos de temperatura que se alternaban entre frio y calor, mientras que sus piernas estaba heladas… comenzó desde esa tarde a tener un fuerte deterioro; cólicos, vómitos y diarrea con sangre.
Le realizaron una Radiografía de tórax y el diagnóstico fue: cardiomegalia – un aumento anormal del volumen del corazón –.
Los vómitos, la diarrea con sangre continuaron al día siguiente, Liliana estaba realmente muy mal y todavía no podían dar con el diagnóstico, pasaban de una cosa a otra… Ese día la Dra. Wessolowski indicó ciprofloxacina (un antibiótico) porque los glóbulos blancos habían aumentado bastante y no se sabía aún la causa.
El deterioro sensorio de mi hermana era cada vez mayor.
Una enfermera nos advirtió que hacía ya varias horas que la vía del suero estaba infiltrada… o sea que la medicación no estaba pasando – Liliana permaneció 48 horas sin que se realizara una corrección de la vía –. Estuvo sin hidratación ni medicación, su nivel de sodio se había reducido considerablemente.
La Dra. Wessolowski sugirió entonces la realización de una “posible interconsulta con gastroenterología”… Liliana todavía no había sido evaluada por un gastroenterólogo a pesar de todos los síntomas que estaba presentando.
Al día siguiente, 6 de septiembre, el recuento de glóbulos blancos había aumentado mucho más. Se pidió la interconsulta con el Dr. Dardo Caraballo, gastroenterólogo… y él dio el tercer diagnóstico: presunta Colitis pseudomembranosa –infección del intestino grueso (colon) debido a una proliferación excesiva de la bacteria Clostridium difficile (C difficile) – y se envía el cultivo al Hospital Malbrán para identificar la bacteria.
El Dr. Caraballo indicó Metronidazol para tratar la supuesta infección, pero no había realizado una colonoscopía para determinar dicho diagnóstico. Además, como tenía un congreso en Rosario, dejó indicado que si Liliana seguía así en 48 hs debería ser derivada a un centro de mayor complejidad.
Esa misma tarde el neurocirujano, Dr. Guillermo Escalada, nos informó que hasta tanto no se revirtiera la infección que tenía Liliana no podían programar una cirugía de columna, para corregir la doble hernia de disco… y la Dra. Wessolowski nos manifestó que había iniciado los trámites de derivación con la obra social Ostrac.
Al otro día el cuadro gastrointestinal de Liliana empeoró muchísimo… con un intenso sangrado rectal y vaginal, fuerte dolor y distensión abdominal…estaba sufriendo un dolor indescriptible. Y a pesar de estar haciendo todo lo que estaba a nuestro alcance por ella, la impotencia nos vencía.
Los médicos decidieron probar con otro antibiótico: Vancomicina.
Fue tal la insistencia en derivarla, por no haber gastroenterólogo en la ciudad y dado que el tomógrafo estaba roto, que trasladaron a Liliana al Cedime, un centro de diagnóstico por imágenes.
La indicación era clara, debían realizarle una Tomografía sin contraste, a esa altura dudaban si había perforación intestinal, y era muy peligroso el suministro de contraste oral… pero por error la hicieron con contraste.
En la TAC se detectó que Liliana presentaba un derrame pleural bilateral – líquido en los pulmones -, distención de intestino delgado y Ascitis – acumulación de líquido en el área que rodea a los órganos en el abdomen –.
También le realizaron una Rx, en ella se evidenció un aumento del área cardíaca, consistente con una dificultad respiratoria, aorta elongada, y silueta cardíaca globulosa.
A todo esto Liliana seguía sin vía, sin suero… estuvo 48 horas sin suero. Recién esa tarde, el cirujano Dr. Ignacio Zas, logró colocar la vía central.
Ya habían transcurrido 9 días desde la primer consulta de Liliana, el deterioro había sido tremendo.
Recién en ese momento se decidió llamar – por primera vez – al infectólogo del sanatorio, Dr. Ignacio Bourlot, quien no pudo acercarse al sanatorio porque había sido intervenido de la rodilla recientemente. Sin embargo indicó que a Liliana se le agregara más metronidazol endovenoso… los glóbulos blancos seguían aumentando, y la causa seguía siendo desconocida.
Ese mismo día, 8 de septiembre, trasladaron a mi hermana al centro Jeanot Sueyro con la intención de realizarle la colonoscopía. El cirujano, Dr. Juan Boari, realizó dicho procedimiento – Si bien él es el encargado de realizar las endoscopias en este establecimiento, no es especialista en imágenes –.
Lo que se buscaba era determinar si Liliana tenía pseudomembranas, que confirmaran el diagnóstico de colitis pseudomembranosa. En el informe Boari indicó verlas con claridad.
Manifestó que además de las pseudomembranas se advertía un sangrado vaginal, y que el estado de mi hermana era muy grave.
Llamó a la Dra. Wessolowski para decirle que siguiera con el tratamiento, ya que SIN DUDAS lo que tenía Liliana era colitis pseudomembranosa. Entonces comenzaron a suministrarle más antibiótico vía rectal, para combatir la SUPUESTA y confirmada por el Dr. Boari, Colitis Pseudomembranosa.
El cuadro de Liliana empeoraba minuto a minuto y fue trasladada a terapia intensiva.
Los estudios que le realizaron al día siguiente, 9 de septiembre, indicaron que su nivel de sodio en sangre era todavía más bajo, que presentaba compromiso neurológico, insuficiencia renal aguda y abdomen agudo.
Todavía no había habido respuesta por parte de la obra social de hacer la derivación.
Las horas pasaban y el cuadro de mi hermana era cada vez más desalentador. Al día siguiente Liliana presentaba un mal manejo de secreciones, rigidez de nuca y signos de meningitis… entonces decidieron realizar una intubación para asistir su respiración mecánicamente.
Realizaron una punción lumbar para saber a ciencia cierta si tenía meningitis, pero el resultado fue negativo… Sin embargo una infección tenía con seguridad, porque los glóbulos blancos seguían subiendo.
Ese día le realizaron todo tipo de estudios en Cedime.
El 11 de septiembre, el gastroenterólogo volvió de su congreso en Rosario y realizó la colonoscopía. NO ENCONTRÓ PSEUDOMEMBRANAS!
Descartó la Colitis Pseudomembranosa que habián diagnosticado con anterioridad. Cuarto Diagnóstico: Megacolon Tóxico – complicación potencialmente mortal de otras afecciones intestinales que ocasiona un rápido ensanchamiento del intestino grueso –.
Decidieron no operarla (esperando el resultado del cultivo del Malbrán) a sabiendas de que el resultado de la colonoscopía era diferente, e incluso con un diagnóstico distinto al que presentaba anteriormente, es decir que el resultado del cultivo no era relevante a estas alturas.
Insistían en derivarla, y comenzaron a transfundirla… ese día le administraron 7 unidades de sangre.
Estaban completamente perdidos, tal es así que el médico de terapia de ese momento, Dr. Gustavo Roldán ve la TAC y escribe en la historia clínica “edema cerebral????”.
El 12 de septiembre llegó el resultado del cultivo: negativo. Recién en ese momento decidieron operarla.
Le practicaron una Colectomía total (es decir le sacaron el colon por completo). Encontraron sectores de isquemia “parciales” en colon – los vasos sanguíneos de los intestinos se estrechan o se bloquean, lo que reduce el flujo sanguíneo –. Este fue el quinto diagnóstico de Liliana.
Nos informaron que debieron comenzar con hemodiálisis debido a que los riñones de Liliana no funcionaban.
A la 1.30 de la madrugada del 13 de septiembre, horas después de la operación, Liliana entró en shock hipovolémico. Nos llamaron para que fuéramos al sanatorio porque el cuadro era muy grave.
Le habían transfundido 3 unidades más de sangre…ella sangraba mucho por los drenajes.
En medio de toda esa situación, desesperante para nosotros, y momentos críticos para mi hermana, debimos presenciar una importante pelea entre el anestesista Mario Martinez Goñi, el Dr. Ignacio Zas (cirujano), y el Dr. Geuna (jefe de terapia). No se ponían de acuerdo en la decisión de operarla!
Ese mismo 13 de septiembre, a las 10 de la mañana la ingresaron al quirófano, nos advirtieron que era muy poco probable que la salvaran.
El cirujano, Dr. Zas, nos comentó incluso sobre la posibilidad de utilizar un packing para control de hemostasia (es un apósito de gasas para evitar la hemorragia interna, que se deja luego de realizada la cirugía y que se retira dentro de las 48 a 72 hs. Posteriores de la misma).
Liliana fue operada con éxito. En el informe post operatorio (con varios familiares como testigos), nos confirmaron que no había sido necesario extirpar el bazo, que con solo cauterizar algunos vasos sanguíneos había sido suficiente, y que tampoco había sido necesario utilizar el packing.
Consta en la Historia Clínica que el bazo fue extirpado en su totalidad y además, se constató luego en la autopsia, que se encontraron “apósito en lecho esplácnico” (compresa de gasas encontrada en el abdomen)
El 14 de septiembre continuaron transfundiéndola y solicitaron una interconsulta con un hematólogo, Dr. Gota.
Durante los siguientes días Liliana permaneció dormida…seguían transfundiéndola. Nos dijeron que si bien tenía una estabilidad clínica, su estado era crítico.
Para el 18 de septiembre, mi hermana presentaba lesión en las corneas, candidiasis en vagina, pliegues inguinales, y glúteos. Nos pidieron que compráramos una crema para tratar esos hongos en los pliegues. Había estado los dos últimos días con fiebre, comenzaron a tratarla con un antimicótico, y rotaron los catéteres… sin embargo, decidieron no dializarla.
Ya habían pasado 21 días de todo este calvario por el que estaba atravesando mi hermana. Se había solicitado su traslado varias veces y debido a gravedad del estado en el que se encontraba Liliana y a la falta de respuestas enviamos una carta documento a la obra social.
El 19 de septiembre Liliana evolucionó a pesar de la fiebre y se reinició la hemodiálisis.
Al día siguiente, ante la falta de respuesta por parte de la obra social solicitamos una medida cautelar de urgencia invocando derecho a la salud con peligro de vida.
La fiebre de Liliana no cedía y además, luego de la sesión de diálisis decidieron retirar ese catéter.
Liliana había pasado varios días sin recibir la medicación para su hipotiroidismo.
Por la noche, la obra social, previa coordinación con el Dr. Santiago Alcántara y el Dr. Geuna trianguló el traslado de Liliana a la clínica La Merced, de Martín Coronado.
La ambulancia llegó esa noche, mientras nosotros redactábamos la cautelar en el estudio de abogados. Según las recomendaciones, La Merced no constituía una alternativa sanitaria para el complejo estado de salud que presentaba Liliana. Y es por este motivo que de desestimó el traslado.
El 21 de septiembre de 2017 el Dr. Ghiglione asistió, por orden judicial, a ver en qué estado se encontraba Liliana.
El terapista, el Dr. Juan García y el mismoo Dr. Ghigliones, aconsejaron no trasladarla con el respirador. Ya que el estado de mi hermana había mejorado, que estaba estable.
El Dr. Ghiglione le manifestó al juez que no había peligro de vida, y la medida cautelar solicitada, fue rechazada.
De hecho, el Dr. García dejó eso asentado en la historia clínica.
Al día siguiente, le dijeron a mi sobrina que su mamá estaba en franca mejoría. Que se volviera a La Plata, a la facultad.
La verdad es que intentaron sacarle el respirador pero Liliana no pudo manejar las secreciones bronquiales y debieron conectarla nuevamente… Nosotros no advertimos ninguna de las mejoras que ellos manifestaron.
Los signos de agotamiento de Liliana eran cada vez más evidentes, seguía hipertensa, con taquicardia, sudorosa…
El 24 de septiembre, el médico de terapia, Dr. Vladimir La Rosa González manifestó que Liliana tenia pérdida de fuerza, menos reflejos, su presión era inestable y presentaba una atrofia muscular muy evidente. Y decidió comenzar a administrarle lo mismo que le dieron durante toda su internación, antiinflamatorios no esteroideos (AINES). –
Ese día, en varios mensajes por WhatsApp que tuve con el jefe de la terapia, él me dijo que los AINES podrían provocar o agravar la isquemia –.
Esa tarde, encontramos al médico durmiendo…y a Liliana con materia fecal en heridas, orificios de drenajes, vagina, y escara sacra.
Junto a Ezequiel, el enfermero, la limpiamos. Pedí que por favor despertaran al médico y éste me diera una explicación.
Lo que me dijo fue que lo que Liliana debía tener colocado eran bolsas de ileostomía, no de colostomía – que eran las que tenía colocadas –.
Me explicó que las que estaban utilizando eran muy chicas, y que la materia fecal de la ileostomía es muy líquida, por lo tanto se rebalsaban todo el tiempo.
Era domingo. Llamé por teléfono al jefe de terapia, Dr. Geuna. Me dijo que seguramente bolsas había en la farmacia del sanatorio, pero que la llave la tenía la encargada, y que los fines de semana no estaba.
Recorrimos todas las farmacias la ciudad. Nos encontramos con la novedad de que ese tipo de bolsas no se venden al público… por lo que decidimos fabricar nosotros unas bolsas provisorias.
Al día siguiente, lunes 25 de septiembre, recibí un mensaje del Dr. Geuna con una foto de la bolsa de ileostomía. Ante mi reclamo, Liliana tenía colocada una… y según Geuna la había conseguido el cirujano que la había operado.
Ese mismo día, el cirujano, Dr. Román Seva, se comunicó vía telefónica con el marido de Liliana para informarle que se la ingresaría a quirófano para hacerle una traqueostomía – procedimiento quirúrgico para realizar una abertura en la tráquea del paciente, el cual permite brindarle asistencia respiratoria, entre otras funciones – ya que la asistencia respiratoria mecánica había sido muy prolongada.
Una vez realizada la traqueostomía, notaron que no estaba bien colocada y realizaron una maniobra para corregirla.
Un rato más tarde, nos encontramos en la habitación de terapia con el Dr. Zas, que nos dijo que no debíamos preocuparnos por el episodio del día anterior, por la materia fecal encontrada en todo el cuerpo, porque LA MATERIA FECAL NO INFECTABA LAS HERIDAS.
Al día siguiente, mi hermana presentaba una desnutrición severa y el brazo izquierdo, que se encontraba hinchado desde hace días, tenía el doble de su grosor habitual. En ese brazo tenia colocada la vía parenteral por donde la alimentaban. Sus piernas y brazos estaban inmóviles. La escara sacra tenía un muy mal estado, me ofrecí a tratarla y me permitieron ingresar a terapia y a hacerlo con ayuda de una enfermera.
La fiebre seguía, tenía dificultades para respirar…
Los días pasaban y su estado seguía empeorando. El 28 de septiembre, además de no poder mover sus brazos ni piernas, tampoco podía mover los dedos. Estaba muy hinchada, le costaba muchísimo respirar.
El kinesiólogo la movió y ella se mordió hasta sangrar del dolor que eso le provocaba… por la traqueostomía no podía hablar… con los labios me dijo “no más”.
Lloraba…sentía mucho dolor, tenía sus piernas heladas y sin color.
En los días siguientes el cuadro no mejoraba, la fiebre, el deterioro sensorio y la taquicardia continuaban… se le transfundió una unidad de sangre, le practicaron una tomografía que mostraba mucho derrame pleural izquierdo.
Tenía la piel fría, sudorosa y de color marrón amarillento. Mucho edema generalizado. Y ellos solamente continuaban administrándole analgésicos.
El 1 de octubre, cumplido un mes de esta pesadilla, mi hermana estaba irreconocible. El edema hizo que la cara quedara hundida en una masa inflamada. Tenía un bulto en el costado del cuello.
El 2 de octubre Liliana tuvo un severo fallo multiorgánico, sangraba mucho por las heridas, desde hacía ya varios días que se la veía muy hinchada, y tuvo un shock hipotensivo – caída de la presión arterial por debajo de los límites –.
Liliana, falleció el 3 de octubre de 2017. El lateral de su cabeza, cuello y heridas del abdomen supuraban. La velamos a cajón cerrado.
Se inició un reclamo desde el fallecimiento de mi hermana.
Estuvo expuesta a muchos riesgos! Demasiadas irregularidades !
En ningún momento se pudo determinar un diagnóstico correcto. Incluso el Dr. Geuna, me manifestó no saber la causa del deterioro de Liliana. Ambos investigábamos en internet qué podía estar ocasionando todo.
Todo ese tiempo esperabamos un milagro…
Lorena Leonhardt